Actualizado el jueves, 22 diciembre, 2022
Desde finales de los 90, se ha ido definiendo la nueva versión del protocolo de Internet IPv4, al que llamaron IPv6. ¿Sabes en qué consiste?
Quienes usamos y proporcionamos servicios en Internet estamos tan acostumbrados a una serie de convenciones que ya no nos planteamos su por qué. Una de ellas, si no la principal, es cómo identificamos los sistemas que proporcionan servicios a los usuarios.
Cuando en un navegador ponemos una URL como https://www.dinahosting.com, lo primero que hace nuestro ordenador es consultar un servicio básico de Internet, el servicio DNS. Este traduce el nombre anterior en un número que identifica qué servidor concreto nos da acceso a la información que estamos solicitando. Ese número es la dirección IP, y es una parte básica del protocolo de comunicaciones TCP/IP, la base de todo el funcionamiento de Internet.
Las direcciones IP tienen el conocido formato de cuatro números con valores de entre 0 y 255 separados por un punto. Por ejemplo, la URL anterior es equivalente a poner http://82.98.135.50. Seguro que te suenan las direcciones que tu router doméstico suministra a los equipos conectados a la red Wifi de tu casa. La mayoría (puedes comprobarlo) son del tipo 192.168.0.x o 192.168.1.x.
Este protocolo de identificación forma parte de Internet desde su origen, pero tiene un pequeño inconveniente…
Cuestión de números
A finales de los años 70 y principios de los 80, Internet era algo exótico que se usaba en las universidades y centros de investigación, principalmente de EE. UU. y algunos países de Europa. En aquella época había solo unos cientos de nodos, es decir, equipos informáticos conectados capaces de intercambiar información entre ellos, en su mayor parte correos electrónicos. Las velocidades de transmisión se medían en bits por segundo y nadie fuera de esos ámbitos había oído hablar de “Internet”.
Cuando se diseñó el protocolo, se dieron cuenta de que necesitaban una forma de identificar cada uno de esos nodos. Decidieron que el identificador sería un número de 32 bits, agrupados de manera que el número fuera fácil de leer cuando se escribiera en notación decimal. Tenían suficiente como para asignar un número diferente a más de 4.000 millones de ordenadores, cuando en todo Internet no había más que unos cientos y se esperaba llegar como mucho a unos miles, cuando más universidades y centros de investigación se apuntaran al servicio. Pues esta es la base de lo que se conoce como protocolo IPv4.
Debido al despliegue continuo de equipos conectados a Internet (ordenadores, móviles, televisiones, consolas…), esos 4.000 millones de direcciones diferentes ya no son suficientes. Por eso, actualmente se usan técnicas para ahorrar y reutilizar todo lo posible las que hay. Una de esas técnicas es la Network Adress Translation (NAT), que es la que usan los operadores de telefonía y acceso a Internet para no tener que darle una dirección IP diferente a cada equipo conectado de un domicilio. Se usa una IP Pública, visible por el resto de equipos conectados en cualquier parte del mundo, que se asigna al router del usuario, y además una serie de direcciones privadas, las famosas 192.168.0.x, que se pueden repetir una y otra vez porque el resto de Internet no tiene constancia de ellas.
Esto ha funcionado razonablemente bien hasta ahora, aunque todo el que haya jugado con ciertos juegos on-line sabe lo que supone “abrir puertos” para poder conectar con los demás jugadores…
¡Hola IPv6!
En este contexto, hacía falta reformar el protocolo y ampliar la capacidad de direccionamiento para dar cabida a muchas más máquinas. Desde finales de los 90, se ha ido definiendo la nueva versión del protocolo de Internet, al que llamaron IPv6 (sí, se saltaron el 5). Para no quedarse cortos decidieron, después de muchas discusiones, que la cantidad de direcciones en IPv6 iba a ser un “poquito” más grande. Concretamente 79.228.162.514.264.340.000.000.000.000 de veces más grande ;-) Esto es porque en vez de usar 32 bits para identificar cada nodo decidieron usar 128, lo que incrementa exponencialmente las combinaciones posibles. Con estos números, cada persona de la Tierra podría tener asignada toda la IPv4 actual. Incluso podría repartirla en su casa como le diera la gana, y aún quedarían 79.228.162.514.264.339.999.999.999.999 de IPv4 completas disponibles, cada una de 4.000 millones de direcciones listas para asignar.
¿Te has perdido con los números? Que no te extrañe. La magnitud de IPV6 está tan fuera de la escala humana que nuestro cerebro se pierde rápidamente. Lo esencial es tener claro que tenemos direccionamiento de sobra para mucho tiempo, y sobre todo, que nos va a permitir pensar en hacer cosas que con el limitado número de direcciones de IPv4 no podíamos ni imaginar. ¿Asignarle una IP pública a cada electrodoméstico de nuestra casa? Sí. ¿A cada bombilla? Por supuesto. ¿Al chip del perro? También. Ahora el límite no lo pone el direccionamiento.
¿Y cómo son las direcciones IPv6? ¿Cómo se identifican y asignan? ¿Cuál es su configuración en un sistema? ¿Cómo hago para recordarlas, si ya me cuesta en IPv4?
Pues te lo contamos en el siguiente post 🙂
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